5 muertes estúpidas - Kaptita Magazine

5 muertes estúpidas

Morirse porque eres mayor, porque tienes una enfermedad o porque es tu momento es algo que debemos aceptar aunque duela. No somos eternos y esto es una realidad, lo que es absurdo es morirse por cometer un error o por hacer algo que nunca deberías haber hecho. En fin, estas muertes que te voy a contar son graciosas aunque al muerto seguro que no le hicieron ninguna gracias.

1 – Esquilo

Nos vamos a la antigüedad, nuestro querido a nuestro querido Esquilo un oráculo le vaticinó que moriría aplastado por una casa, por lo que decidió residir fuera de la ciudad. Curiosa, y trágicamente, falleció al ser golpeado por el caparazón de una tortuga, que fue soltado por un quebrantahuesos desde el aire.

¿Fatalidad? ¿Estaba destinado?

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2 – Atila

Hombre fuerte donde los haya, estaba tan borracho en su noche bodas que no se percató de que sangraba profusamente por la nariz. Al día siguiente amaneció ahogado en su propia sangre.

3 – Federico I Barbarroja

Tras cabalgar por el desierto en Tierra Santa embutido en su pesada armadura, el emperador se sintió tan excitado cuando llegó al río Saleph, que se lanzó a sus aguas para apagar la sed. Desafortunadamente, olvidó quitarse la armadura y se hundió como un yunque. Otra versión dice que fue su caballo quien lo lanzó al agua mientras atravesaba el río.

4 – Carette, humorista

La muerte del humorista francés Carette conmocionó a la sociedad francesa en su día (1966). Cuando acabó su carrera de actor secundario se quedó inválido por lo que no podía moverse del sillón de su casa. Un día se le cayó el cigarrillo de entre los labios y su ropa ardió. Paralizado, se murió abrasado vivo sin poder hacer el más mínimo movimiento para apagar el fuego.

5 – Bruno Bettelheim,

El psicoanalista Bruno Bettelheim, que se suicidó asfixiándose con la cabeza en una bolsa de plástico es un ejemplo de suicidio de tercera.

6 – Mishima, escritor japonés

En la cumbre, en un espectacular "voy a matarme y no lo vais a olvidar", la muerte del escritor japonés Mishima, quien, tendiendo hacia la extrema derecha con el paso de los años, fundó una sociedad paramilitar secreta, la Tatenokai. Una mañana de 1970 se decidió a hacerse con el poder en Japón mediante un golpe de estado para restablecer la autoridad inmortal del emperador. Vestido con su uniforme, apareció con cuatro de sus hombres en el cuartel general de las fuerzas de autodefensa, ató de pies y manos al general de turno, salió al balcón y llamó a un golpe militar a los soldados que le escuchaban desde abajo sin poder contener las carcajadas. Humillado hasta el punto de ser arrestado, Mishima se hizo el seppuku con todo su ritual: el sable hasta el fondo de las entrañas, yendo de abajo hacia arriba y la cabeza cortada posteriormente de tajo por su subordinado.


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